domingo, 26 de julio de 2020


Pequeño homenaje a los Obreros del vidrio, héroes anónimos y olvidados de una epopeya que no fue.


La Fábrica de Vidrio

Aquella mañana de julio amaneció esplendorosa. -En algún lado hay flor de helada- dijo algún compañero. Había una gran ansiedad y expectativa en la gente pues habían avisado a los obreros de la planta que en algún momento de esa mañana vendría el ejército a proceder al desalojo de la fábrica, que aspiraban que fuese tranquilo y ordenado.
Desde el primer día, se había concentrado buena parte del barrio frente a los portones de la fábrica de vidrio (Cristalerías del Uruguay, Comercio entre Asamblea y Rivera) en apoyo de los Obreros que habían ocupado la planta de producción como ya estaba decidido por la Central para el caso de Golpe. La respuesta había sido inmediata y masiva; habían tanto Obreros como vecinos de todo pelo y color. Particularmente me impactó ver al “Loco” Cabrera, connotado pachequista del barrio y compañero de la “Potota”, hincha Nº 1 del Alto Perú, no solo ocupando la Fábrica, sino arengando a sus compañeros con la consabida consigna “¡Acá no se rinde nadie, carajo!”. 
Se había organizado rápidamente una especie de comisión de apoyo y nosotros, militantes de Comité de Base Alto Perú, teníamos asumido que la tarea del momento era “Todo El Apoyo A La Huelga”. Entonces se imponían tareas de propaganda (clandestinas por cierto) y en nuestro caso barriadas para recabar alimentos aprovechando el conocimiento que cada comité tenía de los vecinos que podían aportar (formando una red con los otros comités de la coordinadora “L”). Nadie se quería ir y desde la primera noche, los Obreros nos permitieron el acceso a un espacio que creo que aún existe en la vereda de enfrente, justo frente a los portones de la calle Comercio. Era un depósito que además del galpón cerrado con frente sobre el retiro nuevo tenía un espacio abierto entre el galpón y el retiro antiguo sobre la vereda, que si bien estaba descubierto tenía la ventaja de estar cercado por un muro mediano y rejas, además de tener altas pilas de envases que dificultaban la vista desde el exterior. 
Así quedó instalado un cantón que (sobre todo en las noches) mantuvo una vigilia, supo de guitarras, tanques con fuego y calor humano en aquel invierno. La Fábrica de Vidrios era más que una fábrica; era un símbolo del Buceo (y Nuevo Malvín) donde vivían muchos de sus Obreros y acostumbrado desde siempre a los pitos de entrada y salida del personal, ahora en silencio.
Había un ambiente festivo, tal vez ingenuo, tal vez irresponsable, de risas, guitarras y canto, seguramente intentando de borrar la realidad ominosa que ocurría más allá de nuestra percepción directa. Nos juntábamos allí, “como enanos que no se animan a quedarse solos”, íbamos y veníamos, animándonos unos a otros y sobre todo haciendo sentir a los Obreros que no los dejaríamos solos.

Los hornos.
Durante los días, se organizaron algo así como “visitas guiadas” en las que formando pequeños grupos de no más de siete u ocho personas, los Obreros nos permitían entrar a la planta y nos acompañaban a visitar las instalaciones, en particular los hornos (no recuerdo si era uno o más). La visión de la zona de los hornos era surrealista, casi onírica: en un recinto cerrado, con un calor contrastante con el exterior, todas las luces apagadas, iluminaba la escena indirectamente la potente luz amarilla que provenía, a través de pequeñas troneras, del vidrio incandescente en las entrañas del horno y teñía los torsos desnudos de los Trabajadores que parecían de bronce. En la oportunidad que me tocó, el guía introdujo por la tronera una especie de pinza larga como de varillas de metal y extrajo del interior del horno (que brillaba como el Sol) una porción de una melaza luminosa que inmediatamente comenzó a disminuir su fulgor y con ayuda de otra herramienta, le tironeó de un lado y de otro como si fuera plasticina, le estiro de aquí y de allá y rápidamente, ya sin brillo quedó conformada una pequeña jirafa que luego, una vez enfriada del todo, se llevó prestamente un compañero. -Los hornos hay que mantenerlos encendidos, no se pueden apagar - nos explicaba -Si se apagan, volverlos a prender lleva mucho tiempo, varias semanas hasta alcanzar la temperatura necesaria para fundir y procesar el vidrio.

Los “dirigentes”.
Recuerdo que pululaban dirigentes intentando afiliar a compañeros sin partido que eran muchos. A mí una noche me llevaron hasta un auto (- Alguien quiere hablar contigo-). Era un dirigente del PC del barrio que yo ya conocía.
- Hace tiempo que observamos tu compromiso, bla, blá… Tenés que estar en el partido.
- Usted no me conoce mucho pero los muchachos ya saben las diferencias que tenemos.
– Pero nosotros también tenemos diferencias dentro del partido, tendrías donde desarrollarte y además todo el apoyo de millones de comunistas en todo el mundo que no te dejarían solo…
- Pero es que yo no pienso ir a ningún lado… (resumiendo):
- Bueno, pero igual…
- Bueno, pero no…
En realidad no estábamos lejos en la teoría, pero me rechinó que mientras había gente jugándose el pellejo o la libertad por ahí, los tipos estuvieran haciendo una campaña de afiliaciones y para peor, que se me ofreciera de carnada un “palenque donde rascarme” para irme.

Aprestándose al desalojo  (Foto de Aurelio González)

Finale Molto Vivace.
Avanzada la mañana, llegó un camión con varios oficiales que se aproximaron hasta la entrada mientras los trabajadores se agolpaban desde el interior sobre los portones donde colgaba una gran Bandera uruguaya y nosotros salíamos lentamente del cantón y nos ubicábamos sobre la senda opuesta de Comercio y la vereda. Tras un parlamento breve con los Obreros, donde se dispuso que quedarían en planta los Obreros necesarios para mantener los hornos, los militares se retiraron y los Obreros descolgaron la Bandera, abrieron los portones y salieron a la calle con la Bandera al frente ante el aplauso del barrio que rápidamente se mezcló con ellos y se formó una columna importante que, cantando el Himno, se orientó mirando hacia Av. Italia. Todos nos empujábamos para ir adelante tomando un trocito de la Bandera. La marcha avanzó rápidamente y unos veinte o treinta metros antes de la esquina con Ramos, un grupo de soldados apareció desde las dos bocacalles y se dispuso a bloquear el paso con los fusiles en mano. Sin titubear, la gente continuó su paso y unos metros antes de llegar los soldados levantaron sus fusiles hasta la cintura haciéndolos chasquear. No valió de nada y ante el avance decidido, se abrieron permitiendo el paso. Al llegar a Pérez Gomar se da la misma situación y ya terminado el himno se dio lugar a las consignas: “¡¡Soldado, Soldado, también sos explotado!!”; “¡¡El Pueblo, unido, jamás será vencido!!” y alguna otra. En Dalmiro Costa aparecen otra vez, no hay vacilación, vuelven a abrirse cuando llegamos sobre ellos y ya no los veríamos más por el resto de la marcha. Continuamos por Comercio y doblamos por Humberto 1º rumbo a Llaguno y Cía., un aserradero y carpintería industrial que se encontraba ocupada y hacemos un alto para hablar con ellos y darles ánimo. Proseguimos sin que nadie nos moleste por Humberto 1º, Samuel Blixen, ¿hasta Mariscala? (ya no recuerdo), cruzamos Av. Italia, seguimos por el Cno. Euskalerría, Tabobá hacia el centro (ahí nos damos cuenta que el destino es el Club de las Cristalerías del Uruguay, en Gauna casi Santander.). A esa altura de Tabobá sale la gente de sus casas, familias enteras y nos aplauden, desde las puertas o desde las veredas; algunos coreaban con nosotros. Era muy emocionante. Los gritos no decaen, mas bien se intensifican: “¡¡Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar!!”; “En un bosque de la China, un milico se perdió; ojalá se pierdan todos la P. que los P.”. Llegamos a Santander, doblamos hacia Av. Italia y al llegar a Gauna vemos un dispositivo policial con roperos, lanzaagua, y muchos policías con palo o lanza gases en mano . Sin esperar más, se dasató la represión, se lanzan corriendo contra la marcha mientras hacen llover cartuchos de gas muchos de los cuales rebotan en las abundantes y peladas ramas de los árboles. Una compañera se cae pues ¡¡tiene tacos!!, la levanto en el aire y la llevo casi flameando hacia Tabobá, con gran suerte pues algunos milicos corrían más rápido que nosotros y los veía pasar a mi costado por el medio de la calle detrás de otros compañeros a quienes les daban palo o los retenían, lo que los distrajo de nosotros. Doblamos por Tabobá hacia el centro y la chica ya no puede aguantar la corrida. Cruzando hay una casa que tiene un porche con un murito sobre la vereda y nos sentamos ahí ridículamente como si fuéramos una pareja mientras ya llegó el grueso del entrevero a la esquina. Se abre la puerta detrás nuestro y un hombre nos dice “- Adentro, dale, adentro!!”. Antes que terminara de decirlo ya estábamos adentro.
Rápidamente, como había comenzado, volvió la tranquilidad y el silencio a la calle, aunque nosotros nos quedamos un buen rato departiendo con aquella buena gente. Cayendo el Sol y asegurando que todo estuviera todo bien afuera, nos despedimos y acompañé a aquella muchacha, siguiendo las calles interiores y evitando las principales hasta su casa, ubicada en Plaza de los Olímpicos, muy cerca del Comité de Base de ese nombre al que pertenecía. Al llegar ya de noche, un grupo de familiares y vecinos alarmados por su ausencia prolongada, nos recibieron con alegría y alivio. Habían varios compañeros conocidos de la Coordinadora, de ese Comité y de “Malvín 5” y tenían contactos con políticos y dirigentes importantes. Así supimos que aparentemente no había ningún lesionado serio, salvo magullones, pero habían detenido a varios compañeros de la marcha y no se sabía nada de su suerte.
En ese interín llega alguien con una noticia que despertó gran expectativa. Los Obreros de mantenimiento , a través de uno de los directores de las Cristalerías, un político colorado prominente (cuyo apellido no recuerdo, solo que empezaba con “S”), habían anunciado que si no aparecían los compañeros sanitos y salvos de inmediato, dejarían apagar los hornos y se retirarían de la Fábrica. Hay que aclarar aquí algo que los obreros del vidrio saben muy bien y es que esos hornos se pueden apagar relativamente rápido pero es necesario mucho tiempo (varias semanas) para alcanzar la altísima temperatura que los torne operativos. Es fácil imaginar el revuelo que causó esta noticia. También ahora se sumaba la preocupación por aquellos Obreros osados, pues no sabíamos todavía hasta donde podrían llegar estas bestias…
Luego de unas pocas horas, larguísimas para aquella tensa vigilia, llega otra noticia: Habían liberado a los detenidos, que ya estaban todos en perfecto estado en sus casas. La sensación fue de victoria, nos saludábamos todos y nos felicitábamos. Sentíamos que se le había doblado el brazo a la dictadura, que ésta había nacido huérfana, sin apoyo popular y tenía los días contados. Esa noche, finalmente, nos fuimos a dormir con una sonrisa dulce de esperanza.
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De alucinada esperanza, pues esa noche duró 12 años y comenzaba otra época, de retraimiento, de inxilio…de ciudadanos A, B y C... de persecuciones, torturas, desapariciones y muerte... Otra historia…. Para los Obreros del vidrio, lo que no pudo la dictadura, ocurriría en “democracia”: otras huelgas y otras ocupaciones no pudieron detener el cierre definitivo de la Fábrica de Vidrio.

Nelson San Martín